¿Un
día normal? ¿Qué es un día normal? Margot no lo sabía, no había visto uno desde
que tenía propio uso de su razón. ¿Razón? ¿Tenía razón? Siempre había oído que
no era una niña normal, que su cabeza funcionaba... Digamos que... de otro
modo.
Ahora,
después de tantos años, había aprendido a lidiar con ello, con esa gente que al
pasar a su lado se apartaban sin disimulo alguno, como si ella fuese a
atacarles en algún momento. Ellos no la entendían. Nunca lo hicieron. Y como
bien es sabido, los humanos tenemos miedo a aquello que no entendemos.
“No
les prestes atención, Margot.” La mano de la muchacha tembló ligeramente al
coger su taza de café. – Cállate. – Sin embargo, hizo caso. Dejó de mirar
fijamente al grupo de chavales que parecían hablar de ella dos mesas más allá.
“Nos
hemos levantado torcidas por lo que veo...” Margot iba a contestar, siempre lo
hacía, no podía evitarlo. Pero en ese momento una doctora pasó por su lado, por
lo que, en su lugar, solo dejó escapar un pequeño gruñido de aviso.
-
¿Ocurre algo,
Margot? – La doctora Castile se giró sobre sus talones.
-
No, nada... – La
muchacha en seguida se levantó y tras coger su libro se fue sin intercambiar
miradas con nadie. Sin terminarse el desayuno.
“Pues
volvemos a ser tú y yo...” Una vez en su habitación, Margot se dejó caer en la
cama aun deshecha. – No hay un tú y yo. Nunca lo ha habido, nunca lo habrá.
“Sabes
que eso no es verdad, siempre seremos tu y yo. Nadie más.”